Hiperoxaluria, síndrome del maullido de gato o leucodistrofia son algunas de las más de 5.000 enfermedades raras (ER) que existen en el mundo y que padecen cerca de mil canarios, patologías invalidantes o mortales tras las que se esconde una trágica realidad familiar. Varios isleños afectados explican los problemas a los que se enfrentan cada día y el director del principal grupo investigador de este tipo de enfermedades profundiza en el presente y futuro de una batalla contra los genes.
SONIA GALDÓN | SANTA CRUZ DE TENERIFE
Yelitza Dorta Alonso tiene 11 años y una enfermedad rara, el síndrome de Lejeune o del maullido del gato, una patología que afecta a uno de cada 50.000 bebés, que se debe a una mutación genética, pero que también predomina en las niñas y es responsable de hasta el 1 por ciento de casos de retraso mental severo. Viviana Alonso, su madre, fue la primera en percibir algo extraño cuando oyó llorar a su hija por primera vez. No en vano, el nombre del síndrome se debe precisamente a que los afectados presentan una malformación en la laringe que hace que, cuando son bebés, el llanto suene como un maullido. Pero Yelitza es una niña muy cariñosa y sonriente, que recuerda que las personas con una ER son mucho más que números.
Su madre explica que «no estamos tan mal como pensamos, pero los padres de un niño con esta enfermedad y cualquier otra rara tienen que moverse para que sus hijos vivan mejor». No obstante, aclara que su experiencia habría sido mucho más complicada si no hubieran contado con el apoyo de la Asociación Nacional de Afectados por el Síndrome del Maullido del Gato (Asimaga), pues «seguimos en batallas con los especialistas, ya que hay pocos profesionales bien preparados para diagnosticar y tratar esta enfermedad en las Islas». De hecho, la familia de Yelitza ha contado con el asesoramiento de esta organización, ubicada en la Península, y la niña acude a logopedas y a otros profesionales para mejorar sus problemas de psicomotricidad.
El origen de este síndrome es la supresión de cierta información del cromosoma 5, cuya causa se desconoce, y se manifiesta de muchas formas –algunos nacen sin bazo ni riñón–, aunque las más comunes son el retraso mental y de las habilidades motoras, así como las complicaciones respiratorias y de oídos, que pueden precisar hospitalización. A las familias con antecedentes de este síndrome, se les recomienda asesoría genética y exámenes.
Hay que tener en cuenta que cerca de mil canarios y 3 millones de españoles tienen alguna enfermedad rara y la Organización Mundial de la Salud (OMS) valora que entre un 6 y un 8 por ciento de la población mundial sufre una de ellas. Sin embargo, tras estos números, hay historias de pacientes que, además de ver mermadas sus capacidades físicas, mentales y sensoriales, necesitan una atención sanitaria especializada que no siempre encuentran.
Éste ha sido el caso de Aday Ruiz Machado, un tinerfeño de nueve años y que es una de las casi 15 personas diagnosticadas en Canarias de leucodistrofia, una dolencia genética y degenerativa que, cada año, se detecta a unas cien personas en España. Esta enfermedad tiene 15 tipos distintos que, en el 95 por ciento de los casos, padecen niños menores de 10 años, a los que daña el sistema nervioso central y los sentidos.
El padre de Aday, Francisco Ruiz, es el fundador de la Asociación contra la Leucodistrofia de Canarias (ALEC), que es una de las escasas organizaciones de ER creadas en el Archipiélago, y ha sufrido la falta de conocimientos de los facultativos de las Islas sobre la enfermedad. De hecho, tuvieron que acudir a un neurólogo para que le diagnosticaran esta patología, aunque entonces tuvo que soportar que le dijeran que el niño apenas llegaría a los tres años de vida o que, cuando empezaran a darle convulsiones, lo grabara todo en vídeo para saber qué medicación darle.
Todavía hoy, Ruiz recuerda con rabia cómo un especialista no quiso seguir haciendo pruebas de control de la enfermedad a su hijo porque «era una pérdida de tiempo». Gracias al empeño de esta familia, que no paró hasta encontrar un hospital con un equipo experto en leucodistrofia y que está en Francia, el niño tiene una esperanza de vida de casi 50 años, aunque «sabemos que puede morir en una crisis de convulsiones». Con esta experiencia, el fundador de ALEC recomienda a los familiares de personas con una enfermedad rara que exijan el seguimiento de la evolución de la enfermedad y, como la amplia mayoría de afectados, critica lo poco que se invierte en la investigación de estas patologías.
Sin Registros
En las Islas existen casos de centenares de enfermedades raras distintas, como las displasias osteocartilaginosas, la inmunodeficiencia combinada severa X-relacionada, la fibrosis quística, la enfermedad de Gaucher o la hemofilia, aunque no existen registros específicos. Hay muchas con sólo un caso, pero también alguna más frecuente en Canarias que en el resto de España o Europa, como es el caso de la hiperoxaluria, una ER de la que Canarias es pionera en investigación.
El director del Laboratorio de la Unidad de Investigación del Hospital Universitario de Canarias (HUC) y director de un grupo de trabajo integrado en la red española del Centro de Investigación Biomédica en Red de Enfermedades Raras (Ciberer), Eduardo Salido, coordina un estudio reconocido internacionalmente sobre esta patología genética, que no tiene síntomas, desemboca en un daño irreversible al riñón y de la que los padres pueden ser portadores sin saberlo.
El doctor explica que la hiperoxaluria se puede detectar desde la edad infantil hasta en adultos jóvenes y que los primeros síntomas suelen ser piedras en el riñón, producidas por la acumulación de sales de oxalato, que no se expulsan, sino que dañan el órgano. El oxalato se produce en exceso en estos pacientes porque la citada mutación genética trastorna el metabolismo del hígado y dichas sales pueden acabar destruyendo el riñón, momento en el que la enfermedad pone en riesgo la vida del paciente. En estos casos, hace falta un doble trasplante renal y de hígado para salvar su vida, pero el doctor y su equipo, entre otros proyectos, buscan alternativas mejores a la cirugía.
En el caso de esta enfermedad, Salido explica que la situación es bastante favorable a un diagnóstico rápido y eficaz, ya que «cualquier médico que sospeche su presencia –lo que habitualmente se debe a que le llama la atención la aparición de piedras de riñón en edades pediátricas o adultos jóvenes y, al medir oxalato en orina, salen niveles muy altos–, nos manda un par de mililitros de sangre y, en menos de 15 días, es posible tener el diagnóstico genético molecular, saber si se trata de la enfermedad sospechada, qué mutación es y predecir, en buena medida, si responderá a un tratamiento farmacológico con vitamina B6 o no.
«Nuestro grupo de trabajo, que incluye nefrólogos, bioquímicos o genetistas, ha contribuido a esclarecer las causas de esta enfermedad en Canarias, donde es más frecuente que en otras partes del mundo. Además, hemos tipificado qué mutaciones existen y cómo producen la enfermedad, lo que nos ha permitido proponer nuevas estrategias de tratamiento futuro y ya ofrecemos este servicio de diagnóstico molecular a todos los pacientes de España y de otros países vecinos», explica el experto.
Ratones
Para experimentar con estas hipótesis, el grupo de trabajo del HUC ha creado ratones manipulados genéticamente para que reproduzcan la enfermedad y que están siendo la base de pruebas de terapias génica, celular, enzimática y farmacológica. «Esperamos que, en el futuro, alguna de estas pruebas sea la base de ensayos clínicos, en los que se demuestre que son seguras y eficaces para combatir la enfermedad. Así, podremos ofrecer a nuestros pacientes las alternativas terapéuticas más avanzadas y seguras o participar en ensayos clínicos», explica Salido.
Poblaciones insulares
Eduardo Salido aclara los orígenes de este tipo de enfermedades y destaca que la inmensa mayoría de las ER son de origen genético, aunque «lo que determina que se presente en un hijo y no en otro es, fundamentalmente, el gen que se herede, el azar». . Así, explica que todas las personas presentan «algún gen mutado de los casi 30.000 que tenemos, pero, como llevamos dos copias de cada uno, la mayoría de la población no presenta síntomas de estas enfermedades genéticas». A esto hay que sumar que lo más frecuente es que los padres presenten mutaciones en genes diferentes, de modo que no hay riesgo de que un hijo herede dos copias mutadas del mismo gen. El problema llega cuando «reducimos el círculo de la población, de tal forma que, si nos remontamos a cuando las Islas estaban pobladas por pocos individuos y aislados de otras poblaciones, entonces sí que es más probable que aparezcan algunas de estas enfermedades».
El doctor explica que, si aparece una mutación y se pasa a generaciones sucesivas, cuanto más aislada esté esa población, más probable es que coincidan dos personas portadoras y, entonces, uno de cada cuatro hijos hereda dos copias mutadas, defectuosas, y presenta la enfermedad. «Tenemos evidencias de que esto ha ocurrido así en Canarias y en el caso de algunas enfermedades raras, como la hiperoxaluria primaria, el síndrome de Lynch –cáncer colorrectal hereditario–, Cadasil –una enfermedad cerebrovascular que ocasiona demencia– o la enfermedad de Wilson –por la que el cuerpo absorbe demasiado cobre, que dañará varios órganos–. Pero esto no quiere decir que las enfermedades raras, en conjunto, sean más frecuentes en Canarias que en la Península o en cualquier otra población con la que nos comparemos».
En este sentido, Salido destaca que cada población tiene sus frecuencias algo diferentes y que es importante conocerlas, saber cuáles son más comunes en cada comunidad para poder hacer algo por mejorar su diagnóstico y atención sanitaria. Sin embargo, no existe un registro fiable sobre estas enfermedades en las Islas, aunque se calcula que mil canarios tienen alguna de las enfermedades raras que se cree que existen. «No tenemos un registro fiable en el que apoyarnos, solo podemos especular y recoger evidencias basadas en experiencias de investigadores puntuales, que nos hemos interesado por alguna enfermedad que nos ha llamado la atención, generalmente, porque era más frecuente de lo esperado», explicó el director de Investigación del HUC.
Esto fue lo que motivó a su grupo a trabajar en hiperoxaluria. «Cuando empezamos, los libros decían que era una enfermedad de un caso por cada medio millón o millón de personas en una población, pero nuestro servicio de Nefrología había atendido a unas 13 familias, muchas de ellas con ancestros en La Gomera, una Isla de menos de 20.000 habitantes».
Un trabajo en red
Para luchar contra estas enfermedades, el modelo de organización más eficiente es el trabajo en red, de tal forma que cada nodo se especializa en aquellas que puede abarcar y ofrece diagnóstico, asistencia o asesoramiento a pacientes de cualquier punto del país o Europa, como es el caso del consorcio de hiperoxaluria OxalEurope, que actualmente preside Eduardo Salido y en el que hay registrados más de 400 pacientes de esta enfermedad. «La experiencia conjunta nos hace ser capaces de proponer algoritmos de diagnóstico y guías de manejo de pacientes que posibilitan el mejor tratamiento actual del problema. A su vez, este consorcio se coordina con el americano y la red acabara haciéndose global, y esto es así para cada enfermedad, de tal forma que unas pocas tendrán un nodo importante en Canarias y otras, en otros puntos del territorio».
En España, se están organizando redes de centros de estas características para ER y cada grupo se especializa en algunas concretas. Existen también de investigación, como el Ciberer del Ministerio de Sanidad, una iniciativa en la que se priman técnicas más caras –como las de genética molecular– para evitar molestias –derivadas de una biopsia hepática– y «sin coste para el paciente, a pesar de que el sistema de atención sanitaria no haya organizado ni previsto que esto se haga así, ni pague los gastos que conlleva, pues lo financiamos con proyectos de investigación del Ministerio de Sanidad o de Ciencia o por contratos con la industria farmacéutica», destaca Salido.
En cuanto a la aportación sanitaria para la lucha contra las ER, este experto señala que «las administraciones públicas tienen –o, al menos, declaran– buenas intenciones, pero su estructura organizativa y la falta de tradición de toma de decisiones basada en evidencias les lleva a fijarse como objetivos la contención del gasto de manera cicatera y carente de visión de futuro. Se toman demasiadas decisiones basadas en influencias políticas, en previsión del rendimiento mediático, un juego que desfavorece a las enfermedades también conocidas como huérfanas».
Pero ese nombre también viene de que, tradicionalmente, la gran industria farmacéutica no ha tenido interés por enfermedades que, al ser tan poco frecuentes, no hacen rentable la investigación, de ahí la importancia de la intervención pública.